Me llamo Kael: un buscador, un místico, un vagabundo de mundos interiores. He pasado la mayor parte de mi vida no en busca del conocimiento, sino de la verdad; una verdad que no se encuentra en los libros, sino en el silencio; no se expresa con palabras, sino que se escucha en la quietud entre ellas.

No nací sabio. Alguna vez fui como cualquier otra persona: arrastrado por las mareas de la ambición, la confusión y la pérdida. Pero algo dentro de mí se negaba a conformarse con una vida superficial. Un anhelo silencioso me persiguió desde la infancia: el deseo de comprender por qué estamos aquí, por qué sufrimos, qué hay más allá de este frágil velo de la vida y, sobre todo, quién o qué es Dios en realidad.

Esa sed interior me llevó a los pies de muchos maestros, a las profundidades de la soledad y, finalmente, al sagrado desierto de la meditación. Durante años, me retiré del mundo, no por rechazo, sino por devoción. En esos largos años de silencio, las preguntas nunca cesaron: ¿Por qué hay dolor? ¿Qué sucede después de la muerte? ¿Realmente tenemos libre albedrío? ¿Quién soy yo? ¿Quién es Dios?

Y entonces, una noche, Él vino.

No en truenos. No en espectáculos. Sino en quietud, en luz, en amor.

Jesús.

Este libro es un humilde intento de compartir lo que se desarrolló en ese encuentro atemporal. No es un discurso teológico ni un comentario religioso. No estoy aquí para predicar el cristianismo. No hablo como erudito, sino como un alma que conoció a Cristo, no en las Escrituras, sino en el espacio sagrado más allá del pensamiento.

En esos momentos santos, le hice las preguntas que me atormentaban. Y él respondió, no con doctrinas, sino con presencia. Cada capítulo de este libro es una ventana a esa conversación divina. Las palabras son mías, pero la sabiduría es suya.