La despedida de un traidor

ebook La búsqueda personal de Dios

By Gregorio Delgado del Río

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Al igual que Stefan Zweig, jamás pensé que me vería impulsado a «contar a otros la historia de mi vida». La idea se impuso, sin embargo, al estimar que mi peripecia personal y sus razones podrían ser de utilidad a otros con problemas de convivencia en la Iglesia de entonces. Consciente de la dificultad de ser juez y parte, he extremado al máximo la objetividad. En el proceso que abrí, ocuparon una posición preferente tres ideas: el cambio de orientación de la vida, la aceptación plena de la cultura en vigor y el entendimiento de la religiosidad como humanización. En aquellos momentos de frustración, recordé que la vida, como nos dijo Ortega, nos es dada, pero no como realidad hecha y completa, sino como quehacer personal, con su circunstancia y con sus contradicciones. Ello me llevó a modificar de raíz su rumbo. Lo cual, por cierto, me valió la honorífica distinción de traidor. Con el tiempo, también llegué a comprender que, en la sociedad que me tocó vivir, era posible hacer realidad en la propia vida el proyecto humanizador de Jesús. El creyente, por serlo, no tiene que renunciar ni a su autonomía ni a su libertad de conciencia. Ha de construirse su propio camino, en el marco de la libertad de los hijos de Dios, y así ser dueño de su destino. No importa la incomprensión que, con seguridad, le acompañará. Finalmente, me vi obligado a fijar la que considero como identidad evangélica. Y lo hice, sobre todo, a partir de una perspectiva diferente a como tradicionalmente lo ha venido entendiendo la Iglesia. Esto es, muy alejada de la concepción como religión de creencias. Jesús humanizó la religión. Es decir, la sacó de lo sagrado y la puso en el centro de lo humano. Creo que el gran misterio del cristianismo, su originalidad, radica, por ello, en la encarnación y humanización del Dios trascendente en la persona humana de Jesús. A partir de aquí, son numerosas la cosas, incluso esenciales, que, en mi opinión, están llamadas a cambiar en la Iglesia. Creo que estamos ante una modificación de paradigma. Solo a partir de su aceptación y realización en la vida de los creyentes se podrá recuperar la credibilidad perdida. Solo así el cristianismo resultará atractivo para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Solo de este modo —humanizando— seremos partícipes del mandato de Jesús: evangelizar.

La despedida de un traidor