Cuando llegaron los hombres del mar a la capital del imperio y arrasaron con todo, principalmente

con los templos, las deidades aztecas demostraron reacciones diferentes, unas con terrible

furia y otras con gran dolor. Todos fueron al rincón azul celeste entre las estrellas, su cuartel

general, donde los ubicaba su pueblo; y desde allá enviaron su infl uencia cósmica alterando

conciencias y provocando confl ictos (los primeros) que con el tiempo se convirtieron en espantosas

confl agraciones centenarias hasta la de la era actual denominada "el oscuro período de sangre";

y a quienes trataron de frenar y vencer (los segundos) para restablecer la paz y concordia

entre los descendientes de su antiguo pueblo, desatando (junto con la de su pueblo en la tierra)

una guerra paralela en el cielo, entre ellos, y otra más que se desató en los dos planos entre

Cihuacóatl, diosa madre de los aztecas, y Mictantecuhtli, dios del inframundo, quienes bajaron

enredados en una brutal lucha por apoderarse del lienzo tejido de muerte/amor, rescate/

destrucción y redención en donde se ocultaba el misterio de las emponzoñadas vivencias de

las almas de las sacerdotisas de Cihuacóatl, portadoras de las perlas (perdidas) de su collar y

condenadas por Huitzilopochtli a sufrir un eterno calvario.

Misión en la que ambos iban a llevarse impactantes sorpresas con lo que hallarían en las entrañas

y desenlaces de cada una de las siete terribles historias que vivían las almas perdidas en las

garras del tiempo y del espacio.