La eterna juventud es imposible, pero podemos envejecer más tarde y mejor

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By Carmen Perreiro

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Parte del secreto del buen envejecer radica en la juventud interior y en la actitud personal. Envejecer no es fácil para todos. Es un proceso que comporta numerosas pérdidas, pero también ganancias. Incluso, en el peor de los escenarios, la dependencia total, es posible descubrir una forma de crecer, de sublimarse y de sentirse bien. Se suele hablar de los factores que contribuyen a mantener la longevidad física pero, ¿son suficientes? Los expertos sostienen que no bastan y revela algunas de las claves psicológicas fundamentales para envejecer bien y tener una vida longeva. Desde hace tiempo los científicos tratan de entender qué ocurre dentro del organismo cuando una persona cumple años. Si se compara el ADN de un centenario y su bisnieto, no podrían encontrarse indicios suficientes para distinguir quién es quién. Sin embargo, hay aspectos que cambian más allá del genoma, la epigenética, es decir, las influencias «escondidas» (no relacionadas con la herencia) que provocan que un gen se active o se apague, tiene una relación directa con el envejecimiento. Además, cuando un gen se aviva o debilita de manera errónea se pueden desarrollar patologías. El hallazgo, revelan los científicos, ofrece información importante sobre los procesos moleculares que influyen en el paso de los años y aporta la posibilidad de, algún día, poder revertir este proceso.

Desde hace años, se cree que el ADN contiene toda la información genética que cualquier persona hereda y que lo que un individuo haga a lo largo de su vida no se transmite a sus hijos. La epigenética, sin embargo, propone que hay un sistema de control que provoca que los genes se «enciendan» o se «apaguen», es decir, que influye de manera directa en la genética. A partir de este sistema, todas las experiencias ambientales de los individuos, como su nutrición o el estrés, afectan a estos interruptores genéticos que sí que se pueden heredar. En otras palabras, el medio ambiente y las elecciones individuales pueden influir en el código genético de cada uno y en el de sus descendientes.

Así, la epigenética puede considerarse el interlocutor entre la genética y el ambiente y es la responsable de las variaciones en la expresión escrita de los genes. Aunque estas modificaciones dependan de condiciones externas y puedan heredarse, la información genética no varía. Esto explica que, aunque dos personas sean exactamente iguales, como ocurre con los gemelos monocigóticos, puedan tener diferentes enfermedades ya que, a pesar de tener la misma información genética, su organismo responde de forma diferente ante los factores ambientales externos.

La epigenética influye en el proceso de envejecimiento, durante los primeros años de vida hay un control muy destacado de los genes. No obstante, al final de la vida, el epigenoma se distorsiona.

Por tanto, a lo largo de los años se pierden numerosos interruptores clave en la regulación de los genes, tanto para desactivar procesos peligrosos como para activar barreras que protegen del desarrollo de patologías. Además, el envejecimiento molecular ha resultado ser más destacado en ciertas regiones del organismo, como en aquellas que participan en la respuesta inmunológica, la obesidad y el metabolismo o las vías implicadas en la regulación del cáncer, la epigenética juega un papel crucial en el envejecimiento, ya que estos cambios entre diferentes edades afectan a una gran cantidad de genes.


A largo plazo, parece que sí es posible alargar la vida, ya que los cambios en los hábitos externos podrían alterar el epigenoma. Algunos estudios constatan que la dieta de una mujer embarazada puede afectar -en términos epigenéticos- el riesgo de sufrir...

La eterna juventud es imposible, pero podemos envejecer más tarde y mejor