¿Estamos condenados los trabajadores y sus organizaciones sindicales a vivir en un estado de incertidumbre tan profundo como el actual? Recurriendo a la historia del sindicalismo se podría argüir que no. Siempre ha salido adelante, si por salir adelante se entiende dejar atrás situaciones de explotación laboral, discriminaciones de diverso tipo, represión a la actividad sindical, etcétera. Muchas veces, a tientas; otras, previendo y, otras, retrocediendo para volver a presionar y disputar. No ha producido revoluciones por sí, como tal; pero ha sido un co-decisor, un valor agregado, un constructor de realidades que acompañó tiempos de cambio social, le ha puesto dinámica a los tiempos de cambio paradigmático y ha sufrido y pagado el costo por ese enfrentamiento a las contrariedades que se le presentaron en el camino. Ha sabido combinar dosis de teoría y de experiencia práctica, a veces, más de una que de otra, y, a veces, viceversa. Vive tratando de ser comprendido por la política para la edificación de sociedades más justas. Lo que no puede hacer es quedarse quieto, no hacer un esfuerzo por comprender qué pasa, por qué pasan y cómo pasan las cosas que lo rodean. La incertidumbre no puede inmovilizarnos o dar todo por perdido.