Matando la monotonia

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By Isabell Valle

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La marcha nupcial sonó en la sala de juegos. Una voz desafinada comenzó a cantar en voz alta.

-Aquí viene la novia, toda vestida de blanco-. Mayra tarareó el resto de la canción mientras Alex, la encantadora novia, caminaba por un improvisado pasillo sembrado de pétalos. Otra niña llamada Tania caminaba detrás de ella, sujetando su cola. La dama de honor, de siete años, tenía el labio sobresalido. Murmuraba en voz baja.

-Mayra , tú tienes que ser el pastor-, dijo Alex en un fuerte susurro, apartándose el velo de la cara.

Mayra suspiró desde el asiento del piano. -¡Alex! ¿Por qué siempre tengo que ser yo quien oficie? Y tú siempre eres la novia-.

-¿Me estás tomando el pelo? Yo siempre tengo que ser el novio-, refunfuñó un niño llamado Antonia. Estaba de pie junto al altar ataviado con una chaqueta oscura que claramente pertenecía a un adulto. Nadaba en ella. En sus manos sostenía un arreglo de flores marchitas.

-No quiero jugar al juego de la boda. Es aburrido-.

-Bueno, eres el único chico aquí, Antonia, así que tiene sentido-, espetó Alex.

-Deberías considerar un cumplido ser mi novio-.

Antonia soltó un bufido y puso los ojos en blanco.

-Qué risa-.

De repente, la dama de honor tiró su ramo sobre la alfombra.

-No voy a hacer esto. Es muy poco profesional. Se supone que las bodas deben ser perfectas. Esta es un desastre-.

-¡Tania ! Recoge ese ramo. ¡Estás arruinando todo!- Gritó Alex.

Tania la fulminó con la mirada y dio un pisotón. -¿Cuándo me toca a mí ser la novia? Quiero llevar el vestido blanco de encaje. Quiero ser el centro de atención. Quiero casarme con Antonia. ¡No es justo!-

-¡Es justo!- Alex siseó. -Tienes suerte de ser la dama de honor. Realmente quería que fuera Carla-.

Matando la monotonia