Confesiones de una Monja

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By Ron Mayer

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-Liam, ¿qué haces aquí?- La exclamación de Elena hizo que Carlota se diera la vuelta para mirar a la figura familiar.

-He tenido un largo viaje. Quería refrescarme en el estanque- respondió Liam a su hermana mientras miraba a su compañera. Sólo una vez había visto a Carlota sin su hábito de monja, recordaba la forma en que la parte superior de sus redondeados pechos había quedado al descubierto por un corpiño escotado. Pero su cabello dorado siempre había estado cubierto. Ahora le colgaba sobre los hombros y casi ocultaba la forma de sus pechos bajo la camisa aún mojada por el reciente baño.

-No te esperábamos hasta mañana - dijo Elena mientras se apresuraba a colocarse frente a él e impedirle ver a su amiga. Bajó la voz para susurrar -¡Deja de mirar a la pobre mujer!-

-¿Pobre mujer? Es monja y debería saber que no debe juguetear en su turno- Sonrió a su hermana, que estaba haciendo poco para reparar su propio estado de desnudez-Al menos ella parece ser más modesta que tú-

Como no se molestó en susurrar su respuesta, Carlota oyó cada palabra. Se puso la bata marrón por encima y se cubrió el pelo con un pañuelo. Liam tenía talento para irritarla y hoy lo hacía aún mejor que de costumbre.

Una vez presentable, Carlota le plantó cara con la mayor eficacia posible, teniendo en cuenta que la parte superior de su cabeza apenas le llegaba al hombro.

-Se sabe que las monjas disfrutan de un baño de vez en cuando, Liam. Un galante lord se retiraría al encontrarse con una escena así-

Ignorando la insinuación de sus palabras, sus ojos recorrieron sus ropas oscuras con desagrado-Así que sigues siendo monja. ¿Ha hecho ya sus votos perpetuos, hermana Carlota?-

Sin responderle, Carlota se dirigió a Elena-Voy a cambiarme de ropa. Te veré en el gran salón-

Una vez que Carlota se perdió de vista, Elena se volvió contra su hermano-¿Por qué siempre eres tan grosero con ella? Sospecho que Carlota te importa más de lo que estás dispuesto a admitir-

Liam movió la cabeza de un lado a otro-Estás equivocada, Elena. Desde que Carlota y yo nos conocimos hace un año en Aquisgrán, has conspirado para unirnos. Esta última treta de nombrarme a mí padrino y a ella madrina de tu primogénito es tu intento más evidente. Estás perdiendo el tiempo. Carlota y yo somos completamente inadecuados en todos los sentidos, somos lo suficientemente inteligentes como para saberlo-

-¿Es por eso que no puedes quitarle los ojos de encima?-

Él se desconcertó al darse cuenta de que ella decía la verdad-Un hombre puede sentir una atracción completamente inapropiada por una mujer. No le des demasiada importancia. Y no olvides que tu amiga es monja-

Confesiones de una Monja