Era media noche, las doce en punto, ese fue el momento en que Ámbar decidió acabar con aquella condena que le había impuesto el destino mientras el tren anunciaba su llegada. Ella continuó con sus pasos tambaleantes bajo la frialdad del cielo nocturno hasta que un joven desconocido la detuvo. Él susurró su nombre para luego, entre sollozos, desaparecer convirtiéndose en cenizas. Sin saber la razón, su partida le dejó una terrible aflicción en el pecho. Días después, las misteriosas cartas de aquel joven comienzan a llegar a su buzón provocándole más preguntas. ¿Quién era él? ¿Cómo sabía su nombre? ¿Por qué la perseguían esos extraños sentimientos?