La mente es la herramienta más poderosa que tenemos. Es capaz de grandes cosas. Siempre y cuando podamos controlarla. La mayoría de las personas cree controlar su mente, pero es la mente quien realmente lleva el mando.

Nuestra mente está compuesta por dos partes. La parte consciente, donde ocurre todo lo que requiere de lógica de nuestra vida, como cuando creamos un menú semanal o revisamos la agenda para marcar una cita, y la parte inconsciente, es la que se encarga de controlar la respiración, latidos del corazón y demás funciones que ocurren «en automático», pero también es la que hace aparecer esos pensamientos espontáneos y la que se encarga de poner las emociones a lo largo de nuestra vida.

Ahora, pensemos un momento. ¿Estamos decidiendo el tipo de pensamientos que deseamos tener? ¿Somos capaces de manejar nuestras emociones? O por el contrario, ¿nos enojamos con facilidad? ¿Tomamos decisiones de último momento? ¿Nos la pasamos dudando y cambiando de idea constantemente?

Si respondimos que sí a alguna de estas últimas preguntas, es probable que no tengamos el control de nuestra mente. Muy por el contrario, nuestra mente está como un caballo desbocado y fuera de control.

Y cuando esto sucede, nuestra vida se ve afectada, ya sea de forma negativa o siendo tan impredecible y cambiante que nos resulta fácil sufrir ataques de ansiedad o pánico. Sufrimos en el trabajo, en las relaciones y nuestro cuerpo también sufre.