Es hermoso haber tenido a alguien así de abuelito, una persona muy especial, trabajadora, honrada, hombre a carta cabal, hombre que conoció el descanso solo hasta el día que se fue al paraíso de los japoneses buenos. A ese gran hombre le doy mi abrazo espiritual, sintiendo su olor a aserrín de madera de parota y al barniz que él mismo preparaba, a ese hombre alegre, platicador, contador de anécdotas, andador de los caminos y brechas, del Tule, Padilla, Buen País, Tuxpan, el 21 de noviembre, Pihuamo, Santa Cruz, La Estrella, El Naranjo y más. A ese hombre que es raíz e historia de nuestra familia, cantante japonés que nos impresionaba su nostálgica melodía. Aún tengo en mis oídos su voz narrando la canción de una gaviota que se va y los vientos la arrastran y dejan maltrecha. Ese hombre fue mi abuelito Kikumatsu Kamei Marmoto, japonés, quien al casarse adopto el nombre de Carlos Kamey Marmoto. Muchas gracias por interesarse en la historia de mi abuelito y de nuestra familia, y gracias por leer las anécdotas y vivencias de todos nosotros. Dios Los Bendiga. Atentamente José Kamey Ibáñez.