Infectados El principio

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By Claudio Hernández

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Dos meses antes de acabar la Guerra Civil española, el pueblo de Águilas es bombardeado por cinco "Pavas" como se conocía a la flota de aviones de la fuerza aérea Italiana, que dejó caer varias bombas en el Puerto, el taller Ferroviario y el Hornillo. Dejando tras de sí a muchos muertos, que más tarde volverían a caminar. Ángel, un pequeño de tres años, ve con su mirada inocente toda la barbarie y, en su gran aventura, se escapa de casa, de las Cuevas, en busca de su papá. Él cree que este ha caído del cielo, como los demás, que empiezan a caminar de nuevo tras ver el túnel de la luz. Un olor persistente y una espesa neblina parecen formar parte de un experimento. Martín, un monaguillo; y Sebastián, un joven que conoce bien el Castillo refugio. El pueblo entero se retira a los refugios y allí descubren los horrores de los Infectados. Se incluye en esta obra la primera parte completa de la saga "Infectados" , así como grandes extractos de las seis partes de la saga.
Corregida por la correctora y escritora Wonde López, Chica Sombra.
—¿Quién está dentro de ese ataúd? —preguntó Higinia. Su mirada se perdió en las formas del carro que lo llevaba al cementerio, arrastrado por un cansado, caballo blanco.
—Tu marido, mamá —dijo su hija con lágrimas en los ojos—. Es papá.
—No puede ser, Gonzalo está sentado en la silla de la cocina —respondió Higinia con una voz quebrada.
Se dio la vuelta y entró en la cueva con el cuerpo encorvado.
Su marido había contraído el "piojo verde", durante los cuatro días en los que se dio por perdido, en la guerra.
Y lo encontraron muerto.
Su esposa siguió viendo a Gonzalo, sentado en su silla.
Le llamaron los "perdios"
Y las sombras de la noche lamieron cada esquina de aquellas cuevas sepultadas en la montaña, cuando el sol, se dio por vencido un día más.
Entonces rugieron los aviones alemanes en lo alto del oscuro cielo sin luna, rompiendo el silencio en dos, como una hoja de papel.
Y las bombas estallaron al tocar el suelo, tras una caída que silbaba. Y la luz devoró la espesa, negrura de la noche y el gas se escapó.
Un gas que respiró un anciano delgaducho, alcanzado por la bomba. Estaba muerto y su corazón se había perdido como sus dos piernas.
Pero instantes después abrió los ojos.

Infectados El principio