En octubre de 1929 estalló una gran crisis económica en Estados Unidos como producto de la caída de la bolsa de Wall Street en Nueva York. Este crack económico provocó una caída en el valor de las acciones de las empresas que cotizaban en la bolsa y trajo como consecuencia la quiebra de miles de bancos y empresas.
Desde 1925 venía disminuyendo la inversión, la producción y el empleo, pero de una manera gradual y sin que esto afectara la creencia de que la economía estaba creciendo. Sin embargo, en 1929 la crisis se presentó repentinamente y en unos pocos meses se produjo una quiebra en cadena que afectó a la mayor parte del sistema económico norteamericano.
En los tres años que siguieron a 1929 la crisis se profundizó aún más, al punto que un cuarto de la población activa estaba desocupada, casi el 50% de los bancos quebrado y sus consecuencias se estaban extendiendo a todo el mundo.
Estados Unidos no parecía un sitio donde iba a tener origen una crisis de esta magnitud, por lo contrario, era visto como una economía segura. En la década de 1920 Estados Unidos se había constituido como la primera sociedad de consumo de masas. Esto significa que un sector muy importante de la población tenía acceso a bienes como la energía eléctrica, radios y otros artefactos, automóviles, etc.