En los albores de las formación del Estado argentino, allá por mediados del siglo XIX, dos intelectuales se trenzaron en un debate sobre las vías del desarrollo nacional. Si Alberdi defendía el predominio de la élite ganadera, Sarmiento creía que la elite culta daría la ideología correcta para el desarrollo económico y social, convirtiendo a la argentina en una sociedad común una cultura moderna. Pero la élite no pensaba igual que Sarmiento, ya que para aquella las ideas de éste eran "demasiado populares". Así, Sarmiento dirigirá su atención hacia los sectores populares, su última esperanza para instaurar una democracia verdadera. A pesar de que consideraba inevitable la alianza con Inglaterra, REIVINDICÓ EL ROL DEL ESTADO para controlar la defensa del patrimonio nacional.