
Sign up to save your library
With an OverDrive account, you can save your favorite libraries for at-a-glance information about availability. Find out more about OverDrive accounts.
Find this title in Libby, the library reading app by OverDrive.

Search for a digital library with this title
Title found at these libraries:
Library Name | Distance |
---|---|
Loading... |
La historia de Barranquilla y del departamento del Atlántico parece estar signada por las leyendas. Las versiones que se conocen sobre los orígenes de la región, fruto de la diversidad, según algunos, y de la confusión, según otros, ha sido una preocupación sistemática de los investigadores, que ven en la vacilación empírica una veta estupenda para sus indagaciones.
Uno de los buscadores más incisivos, con toda certeza, ha sido el profesor José Agustín Blanco Barros, geógrafo de profesión y corazón e historiador de vocación.
Su obra, en efecto, tiene innegables connotaciones de región y de Nación. La clasificación climática de Colombia, la relación de los activos marítimos de nuestra geografía, las geoformas derivadas de organismos vivos, los primeros censos y divisiones regionales, la ciencia geográfica en la historia colombiana, la preocupación intelectual por el archipiélago de San Andrés y Providencia, las colonizaciones en la Sierra Nevada de Santa Marta, son ejemplos de su laborioso interés por profundizar sobre los contornos del país.
Pero buena parte de su obra ha procurado responder las preguntas que nos hemos hecho de siempre: ¿quiénes éramos antes de que la historiografía oficial nos hiciese aparecer en sus anales? ¿Qué hechos gravitaron en nuestra configuración como fenómeno urbano?
Frente a cada una de esas inquietudes el profesor Blanco ha desplegado un rigor investigativo que lo ha llevado a consultar las más diversas fuentes de información, algunas de ellas impensables para la historia convencional, y, hechos los hallazgos, a confrontar los datos en los escenarios académicos, donde convirtió las clases que tutelaba en laboratorios de verosimilitud. Se trata de lo que él llama, con no menos acierto científico, geografía cultural, que nosotros asumimos definitivamente como un aporte invaluable.
Porque sus estudios sobre los rasgos esenciales de la Conquista, que tuvo señales elocuentes en estos territorios, así como los desarrollos de la institución de la Hacienda, que pudo haber sido la madre del poblamiento local, y los aportes de la región al proceso de Independencia en momentos en que las dudas se apropiaban del espíritu libertario del Caribe, han contribuido a definir nuestra identidad, afectada como está por tantas acechanzas culturales.
Lo más interesante de las respuestas que nos ha brindado el profesor Blanco, sin embargo, no son las claridades que finalmente nos arroja hoy sino el tono humano que las reviste, pues en la obra de Blanco Barros el hombre es el centro del entendimiento y lo demás es apenas su contexto; razón, ahora, para ubicar su legado en las fronteras válidas y necesarias del humanismo que tanta falta hace para comprender la historia.
Uno de los buscadores más incisivos, con toda certeza, ha sido el profesor José Agustín Blanco Barros, geógrafo de profesión y corazón e historiador de vocación.
Su obra, en efecto, tiene innegables connotaciones de región y de Nación. La clasificación climática de Colombia, la relación de los activos marítimos de nuestra geografía, las geoformas derivadas de organismos vivos, los primeros censos y divisiones regionales, la ciencia geográfica en la historia colombiana, la preocupación intelectual por el archipiélago de San Andrés y Providencia, las colonizaciones en la Sierra Nevada de Santa Marta, son ejemplos de su laborioso interés por profundizar sobre los contornos del país.
Pero buena parte de su obra ha procurado responder las preguntas que nos hemos hecho de siempre: ¿quiénes éramos antes de que la historiografía oficial nos hiciese aparecer en sus anales? ¿Qué hechos gravitaron en nuestra configuración como fenómeno urbano?
Frente a cada una de esas inquietudes el profesor Blanco ha desplegado un rigor investigativo que lo ha llevado a consultar las más diversas fuentes de información, algunas de ellas impensables para la historia convencional, y, hechos los hallazgos, a confrontar los datos en los escenarios académicos, donde convirtió las clases que tutelaba en laboratorios de verosimilitud. Se trata de lo que él llama, con no menos acierto científico, geografía cultural, que nosotros asumimos definitivamente como un aporte invaluable.
Porque sus estudios sobre los rasgos esenciales de la Conquista, que tuvo señales elocuentes en estos territorios, así como los desarrollos de la institución de la Hacienda, que pudo haber sido la madre del poblamiento local, y los aportes de la región al proceso de Independencia en momentos en que las dudas se apropiaban del espíritu libertario del Caribe, han contribuido a definir nuestra identidad, afectada como está por tantas acechanzas culturales.
Lo más interesante de las respuestas que nos ha brindado el profesor Blanco, sin embargo, no son las claridades que finalmente nos arroja hoy sino el tono humano que las reviste, pues en la obra de Blanco Barros el hombre es el centro del entendimiento y lo demás es apenas su contexto; razón, ahora, para ubicar su legado en las fronteras válidas y necesarias del humanismo que tanta falta hace para comprender la historia.