Favorecido con la perspectiva de una dimensión superior –que ?permite recorrer el tiempo con tanta facilidad como si fuese ?una superficie inmóvil y abstraerse voluntariamente del espacio, como el Gato de Cheshire–, el narrador de esta novela nos ofrece el aspecto futuro de una humanidad condenada a la tercera dimensión, ya sea bajo la tiranía de un Leviatán homogenizador o bajo el poder total de un Gran Laboratorio.A partir de este principio alucinado, asistimos –a través de episodios hilvanados con impasible humor– a la eclosión de organismos mecanizados, microbios del tamaño de pequeños animales domésticos y vegetales mutantes. Experimentaciones quirúrgicas, dispositivos para la inmersión en los recuerdos o para la materialización de los sueños, y fuerzas invisibles de toda especie –como la electricidad, el espiritismo, la telepatía o la conciencia– comparten estas páginas con singularísimas especulaciones filosóficas sobre las posibilidades cuatridimensionales del arte, el fracaso y el amor.Publicada por primera vez en 1912, esta obra es al mismo tiempo una parodia y un homenaje a las cautivantes ensoñaciones de la ciencia de principios del siglo XX, y adquiere, hoy, el valor accidental del retrofuturismo. Entre sus insignes lectores se cuenta Marcel Duchamp, quien aseguró haber sido influenciado por ella durante la concepción de El gran vidrio.