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POR PRIMERA VEZ EN CASTELLANO, LA OBRA MAESTRA DE UNO DE LOS INTELECTUALES MÁS COMPROMETIDOS DE LA EUROPA DEL SIGLO XX.
«Como Brodsky en la Unión Soviética, Havel en la República Checa o Milosz en Polonia, Márkov debe ser recordado en la literatura búlgara por su resistencia y excepcional postura cívica frente a un régimen totalitario».
The Nation
Aunque ilegales, las partidas de póquer siguen siendo uno de los entretenimientos preferidos en las madrugadas de la Bulgaria de 1960. El narrador —un descreído y cínico periodista— ha diseñado junto a su compañero un intrincado sistema para desplumar a sus rivales durante la timba, una estrategia no muy diferente a la de escribir para la prensa deslumbrantes perfiles de los épicos trabajadores socialistas. Ambas son un producto de la hipérbole y la ilusión, un juego de manos sin escrúpulos ni concesiones, con la victoria como objetivo incuestionable.
El conflicto entre la libertad individual y la garra de acero del sistema produjo en el bloque soviético una tensión que, en palabras del nobel Czeslaw Milosz, solo era posible sobrellevar mediante el ketman: esa habilidad psicológica para representar con fervor una identidad en público mientras se mantiene otra radicalmente opuesta en privado. Nunca el distanciamiento de Márkov respecto a la corrupción y los absurdos del régimen comunista búlgaro alcanzó mejor expresión que en esta atmosférica obra maestra de la novela breve.
«Como Brodsky en la Unión Soviética, Havel en la República Checa o Milosz en Polonia, Márkov debe ser recordado en la literatura búlgara por su resistencia y excepcional postura cívica frente a un régimen totalitario».
The Nation
Aunque ilegales, las partidas de póquer siguen siendo uno de los entretenimientos preferidos en las madrugadas de la Bulgaria de 1960. El narrador —un descreído y cínico periodista— ha diseñado junto a su compañero un intrincado sistema para desplumar a sus rivales durante la timba, una estrategia no muy diferente a la de escribir para la prensa deslumbrantes perfiles de los épicos trabajadores socialistas. Ambas son un producto de la hipérbole y la ilusión, un juego de manos sin escrúpulos ni concesiones, con la victoria como objetivo incuestionable.
El conflicto entre la libertad individual y la garra de acero del sistema produjo en el bloque soviético una tensión que, en palabras del nobel Czeslaw Milosz, solo era posible sobrellevar mediante el ketman: esa habilidad psicológica para representar con fervor una identidad en público mientras se mantiene otra radicalmente opuesta en privado. Nunca el distanciamiento de Márkov respecto a la corrupción y los absurdos del régimen comunista búlgaro alcanzó mejor expresión que en esta atmosférica obra maestra de la novela breve.