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Siglo XIII, en tierra de cruzadas. Las tropas cristianas seencuentran atenazadas por el avance sarraceno. La moral de lapoblación se resiente, pues a pesar de la pujanza y resistencia de las órdenes militares de caballería, se ha perdido el ímpetu y el espíritu de los primeros tiempos de la conquista de Tierra Santa. Un hombre vive desde Europa este hecho con especial amargura y siente que su destino en la vida se haya ligado a la gran causa de la expulsión del infiel. Este hombre, Teobaldo Visconti, no dudará en atravesar el Mediterráneo para empuñar las armas, en compañía de su amigo, el príncipe Eduardo (futuro rey deInglaterra). Sin embargo los acontecimientos se precipitan yestando ya en Palestina el noble Visconti recibe la insólita noticiade que ha sido elegido papa por los príncipes de la Iglesia, reunidos en Viterbo, Italia. Su inesperada elección es fruto de unconsenso político entre facciones eclesiásticas enfrentadas. Deeste modo la silla de San Pedro acaba siendo entregada a estearchidiácono, miembro de una de las familias más influyentes de Europa, y que ni siquiera ha sido ordenado sacerdote. La imposibilidad de rechazar el encargo, y el consiguiente abandono de su objetivo vital (morir en Tierra Santa) provocan a Teobaldo una profunda crisis persona que tratará de superar con la gestación de un plan secreto, una segunda oportunidad para alcanzar sus fines en la derrota del Islam. Una nueva forma de guerra secreta psicológica está a punto de hacer su aparición. Teobaldo, ahora Gregorio X, no dudará en servirse de cuantos medios encuentre a su alcance. Está convencido de que únicamente la contemplación directa de la sangre de Cristo devolverá el entusiasmo a la población y las tropas en Palestina, y de que el estandarte que debe guiar al ejército invencible de Dios no puede ser otro que el sudario mortuorio de Nuestro Señor Jesucristo.