Después del asesinato de los compañeros de Ben, Red y Quentin se encargaron rápidamente de reconfortar al humano. Su instinto animal los llevaba a estar más cerca... y ahora saben que es porque el destino de Ben era estar con ellos. Vigilan y protegen a ese hombre destrozado, permitiéndole llorar y guardar duelo por el amor que ha perdido, aunque guardan la esperanza de que un día podrán reclamarlo como suyo.

Ben finalmente percibe la conexión que los une una vez que la neblina de su desesperación empieza a levantarse, pero aun así es incapaz de evitar que lo consuma la sensación de culpabilidad que ello provoca. Se aferra al dolor y al recuerdo de lo que fue, en lugar de permitirse pensar en lo que podría ser.

Cuando intenta marcharse y dejar Bear Mountain atrás, sus osos se apresuran a detenerlo. Sabe que no le queda nada que entregarles, y exige que le dejen marchar. Así que Red y Quentin le hacen una oferta: podrá irse si accede a pasar una noche entre sus brazos.

¿Le será posible dejarlo todo atrás después de algo así?