Desconectado de la ruidosa costa norte por el baluarte natural formado por el Cockpit Country y protegido del desarrollismo por las comunidades locales que valoran seriamente sus playas casi vírgenes, el suroeste de Jamaica es como un paraíso clandestino para los escasos visitantes no autóctonos que llegan hasta aquí. Su mayor regalo es Treasure Beach, un antídoto para casi todo, con sus pastos cuajados de vacas, su soporífero ritmo de vida y sus cimitarras de arena casi desiertas. La parroquia rural de St Elizabeth suele describirse como el granero de Jamaica debido a la fertilidad de la zona, pero estos ricos campos se convierten rápidamente en humedales en la zona del río Black y las montañas alrededor de la, ligeramente turística, población de Mandeville.