Mario cruza una puerta y se encuentra en un pasillo en cuyos extremos no se observa final alguno. Cada ciertos metros, en ambas paredes, hay otra puerta. Por lo que decide cruzar una de ellas comprobando, para su sorpresa, que da acceso a otro pasillo idéntico. Mario pronto se encuentra con otras personas que, como él, están convencidos de que al final de uno de esos pasillos hallarán un premio prometido. Por eso se organizan en filas y en más filas a través de esos pasillos y puertas con el fin de hallar algún final, pero consiguiendo tan solo ralentizar el ritmo de su avance. La fila de Mario es una extraordinaria parábola kafkiana de profundos recorridos existencialistas, a través de la cual podemos extraviarnos en infinitas alegorías acerca de la religión, la política o el amor.