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En el discurso globalizador la palabra "ideología" está excluida, la borraron con el fin de la historia y se la llevó en el portafolio Francis Fukuyama. Arrojó en el olvido lo que se hizo en el pasado, las luchas obreras, los derechos humanos, las muertes por una jornada laboral justa, las persecuciones políticas, etc., en fin, el eje conectivo del tiempo se rompió en mil pedazos y nadie tiene derecho a pensar el ayer, el mundo de hoy es un presente perpetuo, un futuro etéreo sin horizonte pero cargado de emotivas palabras que no embonan con la realidad.
No fue una globalización la que se anunciaba, eran dos, la de lo potentados e imperialistas y la de los desposeídos excluidos.
Dos globalizaciones porque cada una tiene una racionalidad distinta, la primera, por su carácter indolente y depredadora, busca concentrar mercados regionales, armar alianzas estratégicas entre consorcios económicos, desregular mercados en los países productores de materia prima, concentrar el poder en leyes que limitan el crecimiento y expansión de las economías del tercer mundo y reducen la capacidad de maniobras de los Estados.
A la par, como paralelas de las vías del tren, la globalización humanizante, dota de sentido los adelantos técnico-científico y los pone al servicio de la ciencia, conecta el mundo invisible que han fabricado los ricos a través de la vía satelital digital, abre nuevos caminos de emancipación, divulga los estragos del gran capital, socializa experiencias, interconecta memorias históricas, incrementa el acervo de conocimiento, enlaza luchas sociales y experiencias productivas, señala otro rumbo por donde conducirnos y abre las puertas para construir un mundo distinto donde quepan todos, sin exclusión y sin represión.
No fue una globalización la que se anunciaba, eran dos, la de lo potentados e imperialistas y la de los desposeídos excluidos.
Dos globalizaciones porque cada una tiene una racionalidad distinta, la primera, por su carácter indolente y depredadora, busca concentrar mercados regionales, armar alianzas estratégicas entre consorcios económicos, desregular mercados en los países productores de materia prima, concentrar el poder en leyes que limitan el crecimiento y expansión de las economías del tercer mundo y reducen la capacidad de maniobras de los Estados.
A la par, como paralelas de las vías del tren, la globalización humanizante, dota de sentido los adelantos técnico-científico y los pone al servicio de la ciencia, conecta el mundo invisible que han fabricado los ricos a través de la vía satelital digital, abre nuevos caminos de emancipación, divulga los estragos del gran capital, socializa experiencias, interconecta memorias históricas, incrementa el acervo de conocimiento, enlaza luchas sociales y experiencias productivas, señala otro rumbo por donde conducirnos y abre las puertas para construir un mundo distinto donde quepan todos, sin exclusión y sin represión.