Constantino José Indalecio García Tapias, conocido por todos como José, el militante, sentía una inmensa fascinación, un gran encantamiento, una enorme atracción y una exorbitante alucinación por la luna llena. Bajo la dirección invisible, misteriosa y escondida de María había llegado a entender, desentrañar, descifrar, interpretar y comprender la relación existente entre la luna llena y él, pero no sabía cómo solucionar su problema, que había dejado de ser un enigma para convertirse en una realidad que tenía que afrontar y resolver. En un encuentro casual conoció a Eulogio, el yatiri del Titicaca, que le indicó el camino que debía seguir para encontrar la solución al misterio que le amargaba. José siguió las instrucciones del yatiri y viajó hasta el lago Titicaca para visitar la Copacabana, la isla del Sol y la isla de la Luna, donde entró en conexión con él mismo y descubrió la afectividad, el aprecio, el apego, la simpatía y la amistad. Sus pensamientos reaccionaron a los estímulos naturales que recibió en el entorno del Titicaca y el resultado fue que su forma de pensar y de sentir cambiaron. Con intensa claridad y vehemente exactitud llegó a la conclusión de que su espíritu, y no su cuerpo, debía dirigir su vida.