Reminiscencias de Santafé y Bogotá
ebook ∣ Bogotá, biblioteca digital
By José María Cordovez Moure

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Las Reminiscencias de Cordovez Moure corroboran el valor de la crónica
certificado por la historia, con un cronista que mantiene oculta su filiación
incluso cuando aborda los episodios de efervescencia política. Sus páginas son
el recuerdo de los siglos santafereños. Su fidelidad es un relato de hogaño.
La obra es el libro bogotano por antonomasia. En él se educó la corrosiva chispa del cachaco y su lenguaje punzante. No se puede ser un chapineruno de pura cepa sin la bendición de Cordovez. Es vital leer las Reminiscencias para entender la tradición de aquéllos que aman las peripecias del detalle, la ironía devastadora, la narrativa seductora, la anécdota jocosa y la burla descarada que azotó a un intocable lejano.
La vigencia de sus notas no pierde actualidad. Los misterios del comportamiento ‘rolo’ permanecen retratados en las series diseñadas para estudiar las costumbres del altiplano.
En ocho volúmenes, las Reminiscencias recogen, con frecuentes notas de humor o incluso, a menudo, una maliciosa afición a los detalles morbosos, anécdotas de la vida de Colombia que incluyen guerras civiles, batallas y revoluciones, personajes célebres y escenas de la vida cotidiana.
En los relatos de Cordovez Moure, que presentan enumeración de detalles minuciosos y cuadros de costumbres, se aprecia una completa ambientación que enmarca las circunstancias en las cuales se desenvolvieron los grandes sucesos económicos y políticos de la historia de Colombia.
La oralidad es el secreto de las Reminiscencias. Ellas fueron escritas con base en el vigor de la literatura oral. El relato verbal se apoltronó en las tertulias de la Calle del Comercio. Se editó en el altozano de La Catedral y se publicó en el periódico El Telegrama. Desde entonces, sábado 18 de julio de 1891, se regaron como las palabras del Sembrador.
Los barrios de Las Cruces, Santa Bárbara, San Jorge, El Príncipe, San Victorino y Las Nieves las cultivaron en sus charlas de salón hasta seducir a los encuadernadores del costumbrismo. Las publicaciones, editadas en volumen, se dispusieron a derrotar el olvido.
Los renglones edificaron, con la arquitectura del signo, la cátedra de las vivencias. Sus letras se convirtieron en las neuronas de la memoria urbana.
La invaluable identidad capitalina por fin logró un lugar para no perecer. Los recuerdos hallaron un sitio de preferencia en las bibliotecas fabricadas con maderas de cedro negro. La Ciudad del Águila Negra, aún pueblerina, donde las cosas sucedían entre dos grupos casi por completo separados: los ilustrados y el pueblo, embelesó su corazón con el pulso de las Reminiscencias.
El embrujo que brota de la destreza caligráfica de su creador ha cautivado lectores en tres siglos. Desde el convulsionado romanticismo decimonónico hasta el cibernético siglo XXI.
Las descripciones encajan dentro de la intemporalidad de cualquier casona de Teusaquillo o Muequetá porque son parte del museo social. Las Reminiscencias son un antídoto contra las amnesias ciudadanas.
El motivo es simple. Siempre será un plato exquisito servido sobre el mantel de la cotidianidad. Su sabor penetra los recovecos del paladar lector. Es un postre que embriaga con la seductora hidalguía de la magia bogotana.
Lo maravillosa corporeidad de su nostalgia bohemia le permite ajustarse a diferentes gustos. Se puede leer de atrás hacia adelante o viceversa. De la mitad al final o de acuerdo con los temas seleccionados.
La obra es el libro bogotano por antonomasia. En él se educó la corrosiva chispa del cachaco y su lenguaje punzante. No se puede ser un chapineruno de pura cepa sin la bendición de Cordovez. Es vital leer las Reminiscencias para entender la tradición de aquéllos que aman las peripecias del detalle, la ironía devastadora, la narrativa seductora, la anécdota jocosa y la burla descarada que azotó a un intocable lejano.
La vigencia de sus notas no pierde actualidad. Los misterios del comportamiento ‘rolo’ permanecen retratados en las series diseñadas para estudiar las costumbres del altiplano.
En ocho volúmenes, las Reminiscencias recogen, con frecuentes notas de humor o incluso, a menudo, una maliciosa afición a los detalles morbosos, anécdotas de la vida de Colombia que incluyen guerras civiles, batallas y revoluciones, personajes célebres y escenas de la vida cotidiana.
En los relatos de Cordovez Moure, que presentan enumeración de detalles minuciosos y cuadros de costumbres, se aprecia una completa ambientación que enmarca las circunstancias en las cuales se desenvolvieron los grandes sucesos económicos y políticos de la historia de Colombia.
La oralidad es el secreto de las Reminiscencias. Ellas fueron escritas con base en el vigor de la literatura oral. El relato verbal se apoltronó en las tertulias de la Calle del Comercio. Se editó en el altozano de La Catedral y se publicó en el periódico El Telegrama. Desde entonces, sábado 18 de julio de 1891, se regaron como las palabras del Sembrador.
Los barrios de Las Cruces, Santa Bárbara, San Jorge, El Príncipe, San Victorino y Las Nieves las cultivaron en sus charlas de salón hasta seducir a los encuadernadores del costumbrismo. Las publicaciones, editadas en volumen, se dispusieron a derrotar el olvido.
Los renglones edificaron, con la arquitectura del signo, la cátedra de las vivencias. Sus letras se convirtieron en las neuronas de la memoria urbana.
La invaluable identidad capitalina por fin logró un lugar para no perecer. Los recuerdos hallaron un sitio de preferencia en las bibliotecas fabricadas con maderas de cedro negro. La Ciudad del Águila Negra, aún pueblerina, donde las cosas sucedían entre dos grupos casi por completo separados: los ilustrados y el pueblo, embelesó su corazón con el pulso de las Reminiscencias.
El embrujo que brota de la destreza caligráfica de su creador ha cautivado lectores en tres siglos. Desde el convulsionado romanticismo decimonónico hasta el cibernético siglo XXI.
Las descripciones encajan dentro de la intemporalidad de cualquier casona de Teusaquillo o Muequetá porque son parte del museo social. Las Reminiscencias son un antídoto contra las amnesias ciudadanas.
El motivo es simple. Siempre será un plato exquisito servido sobre el mantel de la cotidianidad. Su sabor penetra los recovecos del paladar lector. Es un postre que embriaga con la seductora hidalguía de la magia bogotana.
Lo maravillosa corporeidad de su nostalgia bohemia le permite ajustarse a diferentes gustos. Se puede leer de atrás hacia adelante o viceversa. De la mitad al final o de acuerdo con los temas seleccionados.