Me llamo Emma Darwin, y fui esposa de uno de los científicos más valiosos que ha dado la humanidad: Charles Darwin, el amor de mi vida. Mi marido descubrió´uno de los mayores secretos del mundo viviente: el de la evolución. Charles quería saber cómo es que existen tantos seres vivos tan distintos entre sí y tan bien adaptados a sus respectivos ambientes. Árboles, hongos, ardillas, insectos, aves y lombrices en el bosque. Cactus, matorrales, hormigas, búhos, ratones, zorros y serpientes en el desierto. Seres de formas extrañas y hermosas en el mar. También le interesaba saber cómo cambian los seres vivos con el tiempo. Muchas plantas y animales distintos de los que conocemos, como los dinosaurios, que habitaron nuestro planeta hace millones de años y ya no existen. La respuesta tradicional -que la vida había sido creada por Dios- no lo convencía. No descansó hasta encontrar una explicación natural, que cualquiera pudiera entender, de cómo surgió toda la riqueza del mundo viviente. Sus ideas revolucionaron la ciencia para siempre.