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Una parte de aquello que somos se la debemos al cine. El cine es más que un medio, es un espacio de encuentro, un acto de magia y un mito que marcó a los pobladores de nuestras ciudades en la primera mitad del siglo XX. Esta investigación narra el interesante y divertido proceso cultural de cómo el cine y otros espectáculos fueron vistos por los pobladores de Medellín entre 1900 y 1930. Pero también cuenta cómo los medellinenses usaron el cine: un sastre que atraía clientela con el proyector; un proyeccionista que hacía sonar cadenas al paso de los esclavos en la pantalla; unas prostitutas que aprovechaban la oscuridad de la proyección para trabajar, y especialmente unos pobladores que construyeron para sí una noción del mundo al relacionarse en los teatros. El libro, que constituye un aporte novedoso al debate sobre la incidencia de los medios de comunicación en la cultura, también contribuye a la historia cultural del cine y a las teorías de la comunicación, por lo que se dirige tanto a expertos como a lectores interesados en los relatos urbanos y el cine. La historia del país ha explorado con relativo éxito el impacto que las transformaciones económicas, políticas y sociales han tenido en la sociedad, pero apenas estamos explorando la incidencia de fenómenos mediáticos sobre la cultura. Mirando solo a la tierra narra, entonces, la búsqueda de lo que somos gracias al cine que hemos visto.