Mis padres y yo pertenecíamos al clan de hombres lobo de Sergei. Vivíamos en la frontera entre Rusia y Alaska. Cuando Sergei, nuestro macho alfa, anunció que el clan se trasladaba a Alaska, pensé que no tenía sentido, ya que nuestro nuevo pueblo parecía exactamente igual que el de Rusia.

Pocos meses después, yo estaba cazando linces, pumas, alces y osos polares. Una noche, me apeteció acercarme a mi lugar preferido del río. Me escabullí de la cabaña mientras mis padres dormían. Me transformé en lobo y empecé a correr en dirección al río.

La nieve fresca me divirtió muchísimo. Hora y media más tarde llegué a mi destino: uno de mis árboles favoritos tenía un agujero en el tronco y yo guardaba mis ropas de invierno allí. Cuando me hube vestido, subí al árbol y me senté en una de las ramas. La nieve caía de los árboles a mi alrededor; el río estaba congelado, pero aun así aquello me gustaba. Un par de conejos estaban haciendo agujeros allí cerca.

Yo era un poco solitaria y mi comportamiento probablemente resultaba extraño para los demás, pero no para mí. De repente, escuché voces muy altas y risas. Vi a una chica morena escapando de un grupo de chicos. Era extremadamente rápida; segundos más tarde su esencia de mujer loba la delató.