Desde tiempos de Torquemada, que llevaba registro de todos los chascarrillos que los ocurrentes lanzaban durante los interrogatorios y los tormentos, la Santa Inquisición tuvo un libro secreto de sus procedimientos y un amanuense a quien se le otorgaba el título de Escribano del Secreto.

Esteban de Montserrat, que ha quedado cojo en el Tercio del Mar, no puede dedicarse a las labores manuales por su alta cuna, ni tiene peculio para sustentarse, acepta el puesto aunque en el fuero íntimo desprecia los métodos del Santo Oficio.

Cuando una indiscreción del marroquí Domingo Maruch lanza a los inquisidores contra la poderosa familia Orobia, el escribano del secreto decide ocultar su imprudente y veraz manuscrito, emparedándolo en el vano de un muro.