¡La vida es así! Un día estamos bien y al otro amanecemos envueltos en cierta discordia con nuestro interior. Porque somos muchos los que vamos acumulando ciertos momentos en la pechera. Momentos que en realidad la van llenando de polilla al igual que de cierto olor a naftalina, ese arcaico producto que mantiene en un estado olorosamente estático y polvoso todas nuestras ropas, ropas que fueron usadas años luz atrás. Y así permitimos que el pasado se adueñe del color de nuestras pajareras sin darle continuidad al presente. La historia que estas por leer forma parte de aquel fatídico juego. Un juego de la propia mente que actuando como una fina línea divisoria dispersa a una frágil señorita hasta el más profundo laberinto donde se contraponen lo real y lo ilusorio. No estoy para decirte de más, pues mucho ya lo sabes. Te invito a adentrarte en el siguiente relato con el ánimo de darte a conocer una historia verdadera. Un caso que palpé desde la lejanía y que pudo erizarme la misma piel. Aquí tienes.