Tendría algunos 6 años de edad y recuerdo que por las noches mi madre me mandaba a tirar la basura; los botes de basura estaban lejos del pequeño cuarto de cartón de la vecindad donde vivíamos en Tijuana. Cada noche al llevar la basura, en medio de la oscuridad, me daba mucho miedo. Un día mientras regresaba de tirar la basura, encontré a una vecina hablando con mi mamá. Cuando la señora me vio llegar le dijo a mi mamá: "Doña Chuy, ¿que su hijo no tiene miedo ir a tirar la basura a esta hora de la noche?" A lo cual mi mamá le respondió: NO, NOEL NUNCA TIENE MIEDO, ¡ASÍ COMO LO VE DE CHICO! Cuando yo escuché esas palabras, sentí que penetraron en mi consciente e inconsciente llegando a lo más profundo de mi corazón. Desde entonces cada vez que tenía miedo, recordaba las palabras de mamá: ¡Noel no tiene miedo! Mi madre quizá nunca se imaginó el PODER que sus palabras tendrían en mí para el resto de mi vida. Ella, allí me vacunó en contra de la terrible enfermedad del miedo.
Si las palabras nuestras contienen un gran poder, cuanto más tendrán las palabras de Jesús.
LAS PALABRAS TIENEN PODER PARA TRANSFORMAR.