Este libro no trata el cansancio como un fallo ni como un síntoma a superar. Lo escucha como un lenguaje. A lo largo de cuarenta fragmentos reflexivos, recorre la fatiga como experiencia ética, silenciosa y, muchas veces, solitaria — no solo física, sino también simbólica, subjetiva, existencial.

Frente a la lógica de la productividad, la superación y la disponibilidad constante, esta obra reivindica el derecho a no responder, a no rendir, a simplemente descansar. Aquí, la pausa no es estrategia — es presencia. El silencio no es ausencia — es resistencia.

Cada fragmento es un intervalo. Y es en esos intervalos donde el pensamiento regresa, el cuerpo respira y el tiempo, por un instante, se desacelera. La Ética del Cansancio no ofrece fórmulas ni soluciones. Pero sostiene con firmeza el gesto de parar. Y en ese gesto, reencuentra la dignidad de existir sin tener que justificarse.