A Dios no le impresionan tus logros sino tu cambio

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By DAVID FRANCISCO CAMARGO HERNÁNDEZ

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En una era dominada por el culto al logro, los títulos, el éxito y la visibilidad pública, es comprensible que muchos asuman que Dios actúa bajo la misma lógica. Desde los entornos académicos hasta las esferas religiosas, los logros externos son considerados como la principal medida del valor personal y espiritual. Sin embargo, a la luz de las Escrituras y la experiencia de fe, emerge una verdad radicalmente distinta: Dios no se deja impresionar por las obras visibles si no hay una transformación del corazón.

Lo que verdaderamente conmueve a Dios no es el fruto del esfuerzo humano, sino el fruto del Espíritu en la vida del creyente. La transformación interior —auténtica, profunda y continua— es el verdadero valor del alma ante los ojos divinos. Esta afirmación no solo encuentra respaldo en numerosos pasajes bíblicos, sino también en la reflexión teológica contemporánea que insiste en que la espiritualidad auténtica se mide desde el ser, no desde el hacer.

Dios valora la humildad, el arrepentimiento sincero, la renovación del carácter y el desarrollo del fruto del Espíritu por encima del éxito material, académico o institucional. Él evalúa el corazón, no los resultados. La verdadera grandeza espiritual no se encuentra en lo que una persona ha acumulado, sino en lo que ha sido transformado en su interior.

Los títulos, los reconocimientos y los logros humanos son efímeros, en cambio, un alma renovada por la gracia es una obra eterna. Esta reflexión busca sentar una base firme para comprender una verdad espiritual vital: Dios no busca impresiones, sino conversiones. Mientras el mundo celebra los resultados, Dios se deleita en el proceso. Y mientras muchos anhelan ser admirados por lo que han hecho, el Señor honra a quienes han sido transformados por lo que Él ha hecho en ellos.

Esta perspectiva no solo confronta nuestras prioridades, sino que nos invita a reorientar nuestra vida hacia lo eterno: una existencia en la que el ser tiene más valor que el hacer, y donde el cambio auténtico del corazón es la mejor ofrenda que podemos presentar ante Dios.

En el libro se presenta una encuesta, una serie de tipologías y reflexiones finales.

A Dios no le impresionan tus logros sino tu cambio