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«¿Voy a empezar asonreír cada mañanay abrazar árboles? Nimadres, he logradoluchar con todos esosestereotipos por casicincuenta años, nopienso claudicar aestas alturas.»
Preparemos un coctel fulminantey delicioso. Vamos a necesitar: wiski, malaleche, malviajes, insomnio, hipocondria, intolerancia a todo lo profesionalmente buena onda, una delicada letanía de groserías, feroces dosis de autoescarnio y dosis igualmente industriales de ansiedad, entre más gratuita mejor. Pero también debemos agregar un filosísimo sentido del humor, ternura a prueba de balas y la más auténtica celebración de la amistad. Batimos bien, servimos en las rocas y tenemos estas Crónicas marianas.
Como en la mejor tradición del stand up —antes de que pasara por la censura de la corrección política—, Mariana H se abre de capa para presentarnos relatos de su vida en los que se burla de la burocracia de las relaciones interpersonales y del absurdo nuestro de todos los días, pero también, y sobre todo, de sí misma, de sus manías y múltiples motivos de angustia. Así, encontraremos en estas páginas historias de infidelidad y de la obstinación de encontrar el amor en los lugares más rústicos e insospechados, la crónica de una noche de surrealismo mexicano en el Torito y otra de un domingo en Tepito en busca del Santo Grial (o la gomichela perfecta), una defensa del gusto de comer e ir al cine sola y una despiadada crítica a la música de los gimnasios y sus entusiastas.
Mientras nos dobla de risa, Mariana H se pregunta: ¿y si lafelicidad no está en el final de cuento de hadas ni en cualquiera de los modelos que la sociedad impone? A lo mejor está, nos dice, en unas almejas rasuradas, en la libertad de rugir por las mañanas y, si se tiene suerte, en la posibilidad de encontrar a alguien con quien quejarse del mundo.