Desde los inicios de la civilización hasta hoy, ningún tema ha generado más escritores y lectores que la historia. Es lógico: el ser humano se siente atraído por ese gran espejo colectivo donde se refleja lo sublime y lo terrible, las distintas facetas de la humanidad según épocas, culturas y niveles de desarrollo. Incluso sin su valor moral, la historia seguiría fascinando como objeto de curiosidad, un archivo global de nuestras victorias, fracasos y transformaciones.
Cada quien busca en ella lo que más le interesa: unos prefieren la antigüedad clásica, otros los conflictos modernos; hay quienes se apasionan por el arte y la ciencia, mientras algunos se obsesionan con lo misterioso y lo perdido. Pero si hay un siglo que destaca en la historia moderna, ese es el XVI: una era de renacimiento cultural, descubrimientos revolucionarios (como el Nuevo Mundo), guerras religiosas y figuras legendarias que cambiaron el rumbo de Europa.
En este escenario, España jugó un papel central bajo el reinado de dos monarcas clave: Carlos V y Felipe II. Ambos fueron líderes ambiciosos y poderosos, pero su legado se juzga de forma muy distinta. Mientras Carlos V es visto como un estratega brillante, Felipe II carga con una reputación polarizada: para unos fue un gobernante piadoso y visionario, para otros, un tirano fanático. Esta división refleja las batallas ideológicas de su tiempo, que aún resuenan hoy.
Al explorar la vida de Felipe II, nos enfrentamos a un desafío: narrar sin caer en mitos o prejuicios. Como españoles, es tentador idealizar una época en que el país era una potencia global, pero la historia exige rigor, no nostalgia. Nuestro objetivo es presentar los hechos con precisión, dejar que los datos hablen y que el lector saque sus propias conclusiones.
El reinado de Felipe II marcó el auge y el inicio del declive de España. Fue una era de grandeza militar (con campañas en Europa, África y América), esplendor artístico (el Siglo de Oro) y conflictos religiosos que definieron el continente. Pero también fue un periodo de sombras: la represión en los Países Bajos, la rivalidad con Inglaterra y el peso de un imperio que empezaba a agrietarse.
Para entender a Felipe II, hay que empezar por Carlos V, su padre, cuyas decisiones sentaron las bases de su reinado. Esta obra no es una apología ni una condena, sino un análisis equilibrado de un hombre complejo y una época fascinante. Un relato que, más que imponer una visión, invita a reflexionar sobre cómo el pasado sigue dando forma al presente.