Camila Findlay empieza a entender lo que significa tener una voz. Una que no solo canta, sino que incomoda, resiste, pregunta. Junto a Charles, Jared, Paul, Chester y Brenda, su banda Gaia's Cry comienza a despegar. Lo que nació como un refugio íntimo se convierte en una propuesta real. Las canciones crecen. El público responde. Y George Matthews, un representante influyente, los pone bajo su ala.

Pero el salto al circuito profesional no viene sin costo. La imagen importa. El sonido se pule. Las letras se suavizan. Y entre sesiones de fotos, vestuarios diseñados para vender, y estrategias de mercado, Camila empieza a preguntarse si todo esto sigue siendo suyo. La banda se debate entre la fidelidad a su origen y las promesas de una industria que exige belleza empaquetada.

Mientras tanto, la tensión con Liam crece como una melodía sostenida. Entre ellos hay un lenguaje que nadie más entiende. Lo que fue prohibido, lo que negaron por miedo o por lealtad, ahora exige ser dicho. Liam, decidido a dejar de ocultarse, enfrenta a su padre y pone las cartas sobre la mesa: lo que ha florecido entre él y Camila ya no puede silenciarse.

La revelación desata una tormenta. Romina, atrapada entre el pasado que arrastra y el control que no está dispuesta a soltar, reacciona con una violencia verbal devastadora. En un momento de caos emocional, una discusión cruza la línea. Camila termina hospitalizada. Y con ello, el velo familiar se rompe para siempre.

Desde esa cama, entre tubos, monitores y lágrimas, Camila deberá reunir fuerzas para levantarse una vez más. Ya no se trata solo de sanar el cuerpo, sino de enfrentar todo lo que ha quedado expuesto: las mentiras, los silencios, el amor que eligió sin permiso. A su lado, Liam permanece firme y constante. Pero el mundo alrededor —la familia, la prensa, el futuro incierto— comienza a cerrarse como un círculo que amenaza con fracturarlos.

En Verona, Paolo continúa entrenando con la tenacidad de quien aún no conoce el amor ni la traición, pero ya intuye que hay caminos que solo se recorren aprendiendo a resistir el viento. Él no imagina que la chica que lo deslumbró casi dos años atrás —la diosa de Piazza Brà, como la bautizó en secreto— es la misma que ahora empieza a admirar. No solo como la vocalista de una de sus bandas favoritas, sino como alguien que no se queda callada ante las injusticias y las grita a viva voz.

En este tercer volumen de Canción a Verona, las máscaras caen, las heridas se abren, y el amor deja de ser una promesa para volverse desafío. Porque a veces, crecer significa romper. Y el viento, para tomar forma, necesita primero arrasar.