Ha sido el azar el que ha arrojado al autor por distintos rumbos y caminos, como a cualquier mortal. Todos los hombres estamos unidos por una condición rastrera. Solo el arte y la poesía nos eleva, aunque por intervención y auxilio de la metáfora, sobre dicha condición. Así que, como homenaje a esa segunda década de su vida, ofrece hoy –treinta años después de haberse escrito– estas memorias de un desconocido. A sus veinte años empezó un día a escribir los versos que acá se ofrecen (salvo unos pocos que son más recientes). Escribió febrilmente por unos meses, unos años quizás. Y lo hizo por simple desahogo. Hubo noches en que no hubiera llegado hasta el amanecer, sino hubiera sido con la ayuda de sus versos. Mucho de lo que escribía simplemente se perdió. Para siempre. Hace un tiempo, hurgando entre papeles y libros viejos y polvorientos: signo inequívoco de los recuerdos, encontró estos poemas y estas breves historias...