En las estancias de los interiores domésticos en el Burgos del siglo XVIII, sus moradores disponían de mobiliario contenedor (arcas, arcones, cofres, baúles, armarios, escritorios, papeleras, escaparates...) diseñado para guardar los menajes nocturnos y de mesa, el vestuario de los componentes del hogar o el dinero en efectivo. Con el devenir del setecientos, se generaliza un tránsito dialéctico entre los muebles horizontales, enraizados en el pretérito —dinastía de los Austrias—, y los muebles verticales, más emparentados con el futuro —dinastía de los Borbones—. Se aprecian, a través de los inventarios post mortem, rotundas diferencias entre unos y otros hogares —según su categoría socio-profesional y su extracción socioeconómica— (número de piezas disponibles, la nobleza de las maderas, el precio de los muebles, su ubicación en las habitaciones o la procedencia geográfica).