Desde la llegada a Madrid, Sofía enfrenta la ansiedad y la incertidumbre, marcada por las complicaciones del viaje y la tensión con Alex, su pareja, cuya actitud distante y crítica va en aumento. La historia avanza mostrando sus paseos por Madrid, su visita a sitios emblemáticos, y las diferencias culturales que percibe, todo enmarcado por su creciente desconexión emocional. La ciudad funciona como un espejo de su estado interno: una mezcla de belleza, frustración y soledad.

En Córdoba, la intensidad espiritual y la belleza de la ciudad le brindan un respiro y una profunda conexión con su búsqueda de paz interior, en contraste con las tensiones con Alex. Sevilla, por su parte, representa un escenario de conflictos, palabras crueles y sentimientos encontrados, en donde la relación se va desgastando y la protagonista comienza a aceptar la realidad de su situación.
La etapa en Barcelona marca un momento de recuperación y autodescubrimiento, donde Sofía se permite sanar del mal amor y reconectar consigo misma, alejándose de las heridas del verano. La ciudad se presenta como refugio y espacio de renovación, en un proceso que culmina con su decisión de regresar a Nueva York, decidida a seguir sola y en paz.