Un viaje como el que cada uno de nosotros tiene que recorrer en su tiempo y bajo sus circunstancias particulares, pero que tiene el mismo destino para todos. Lo intrincado del camino o las inexorables peripecias pueden hacernos perder el rumbo o detener nuestra marcha. Es durante el camino donde descubrimos que no vamos solos, sino que podemos dejarnos guiar por aquellos que conocen mejor el sendero y nosotros, a la vez, ser luminarias que conduzcan el paso de otros. Así sucede con Amphípylax, quien se da la oportunidad de ayudar a un extraño que llega a su colina y, con ello, es él mismo quien recibe la ayuda necesaria para conocer la verdad y vivir en la libertad que toda persona anhela. Amphípylax y su compañero emprenden un viaje que inicia en las principales poblaciones de Pylos, en la arcaica Mesenia del ocaso de la Edad de Bronce. Juntos ayudarán al pueblo de los denyen, residentes de las costas turcas, dentro del Imperio hitita, a preparar y emprender su marcha hacia la libertad. Ese compromiso con la libertad llevará a los protagonistas a la isla de Creta. Con la ayuda de su compañero de viaje, Amphípylax enfrentará sus miedos, así como a un inimaginable enemigo que lo hará dudar de su valor.Este peculiar viaje de Amphípylax nos traslada al mundo micénico que coexistió con Troya y otras grandes culturas del mediterráneo antiguo. Es una andanza ocurrida en un tiempo y lugar remotos, pero plenamente vigente en cuanto a la búsqueda de propósito, amistad y valentía que emprenden, en su trayecto personal, cualquier mujer u hombre de nuestro tiempo, independientemente de su edad o del idioma que hablen.