Este audiolibro está narrado por una voz digital.

No todos los mundos son iguales.

En «Aera», donde los seres vivían en una primitiva comunidad y moraban en viviendas construidas con grandes piedras planas, existía siempre la luz. No conocían el fuego ni la noche y se alimentaban en el «manantial de la vida», como significaba el vocablo «Imo», que se pronunciaba con unción entre los «aeraes».

Un singular mundo aquél, y una tribu de cinco o seis mil seres que vivían en constante primavera y se cubrían, y no por pudor, con unas hojas grandes, como de palma, que cada uno arreglaba a su manera.

Allí no existían grandes sueños. El mundo de aquellos seres empezaba y terminaba allí, siempre bajo la luz doble de «Ato» y «Ota», los dos soles-dioses, origen y fin de la vida de «Aera».