Salamanca constituye un referente literario y de fascinación cultural a lo largo de toda su obra. Las alusiones míticas a Salamanca como ciudad del saber y de las letras resultan recurrentes, contrariamente a Alcalá, que casi desaparece en el mismo Quijote. Los estudiantes de Salamanca trasiegan por la obra toda de Cervantes. El más famoso de ellos el bachiller Sansón Carrasco, de El Ingenioso Hidalgo; pero también muchos otros. Por ejemplo, Tomás Rodaja, el protagonista de El licenciado Vidriera, como ahora veremos. Asimismo, Juan de Avendaño en La ilustre fregona, que se inició estudiando de adolescente tres años de letras clásicas en Salamanca. Luego, junto con su compañero Diego de Carriazo, se encaminará a proseguir sus estudios en ella, antes de torcerse sus deseos y echarse a las aventuras. Curiosamente, los eruditos han rastreado estos nombres fabulados en las matrículas salmantinas de los años 1581 y 1584. Y, finalmente, no olvidemos tampoco el famoso entremés de La cueva de Salamanca, con su estudiante prototípico, esta vez versado en las artes mágicas.