El corazón de Jesús está siempre abierto a la humanidad.
¿Por qué sólo unos pocos de Sus seguidores entran en él?
Porque no llamamos a la puerta de Su corazón en absoluto.
Nuestros corazones están divididos en muchas direcciones diferentes debido a este mundo y sus apegos que son más importantes para nosotros que Jesús y Su Espíritu Santo.
A pesar de esto, Jesús llama a la puerta de nuestro corazón porque quiere compartir su presencia y sus bendiciones con nosotros.
Y no escuchamos sus golpes en nuestra puerta porque nuestros corazones están endurecidos.

Con este tipo de corazón, no podemos ver la luz del Espíritu Santo y sin su guía y protección, somos como ovejas sin pastor.
Jesús no vino a salvarnos de este mundo. Él vino a salvarnos de nuestros pecados, y nuestros pecados siempre nacen dentro de nuestros corazones y desde allí se manifiestan al mundo exterior.
Podemos entrar al corazón de Jesús y Él puede entrar y habitar dentro del nuestro si logramos evitar ceder ante las culturas malvadas de este mundo donde gobierna Satanás y que siempre dividen nuestros corazones.
La humildad y la obediencia a la voluntad de nuestro Padre celestial es la llave de oro que abre el corazón de Jesús y que abre la puerta de nuestro corazón también a nuestro Divino rescatador y redentor.
Jesús nos ha prometido que la vida divina y la luz divina siempre fluirán desde nuestro corazón si lo permitimos.
Pidamos a nuestro Padre celestial que el corazón de Jesús nos inspire a Su santidad cada día de nuestras vidas.