¿Quién se libra del asalto de aquella vorágine introspectiva sobre el poco permiso que se nos pide para arrojarnos al mundo y más la inexistente sapiencia para desenvolverse siendo joven o incluso niño? Estas páginas, según se mire retractables, versan acerca del afanoso tiempo y su obrar en los días de Juan, con sus desvelos y caprichos. Un estudiante de derecho que puede presumir de una familia, aunque reducida, tierna y sólida, y de una vida normal y corriente, vulgar a su manera, hasta que deja de serlo. A la rutina del ir y volver de la universidad, de quedar con los amigos de toda la vida del pueblo y de algún romance ocasional la desconcertará el viejo doctor don Castellanos, cuyas peculiaridades y contradicciones hallarán un espacio en el pensamiento y los sentimientos del universitario, hasta el final y tal vez ulteriormente. El resto de los personajes seguirán dibujando, imperfectamente, como no podría ser de otro modo, la esfera humana, con sus múltiples desavenencias y vicisitudes, sin descuidar el sentido del humor y la risa que los acompañarán, a pesar de los pesares, que no está de más.