¿Podemos tener la mente de Cristo en nuestros asuntos diarios?

¿Podemos pensar, hablar y vivir con esta sabiduría divina en todo momento?

Si podemos. Siempre que aumentemos -con el combustible de nuestro sacrificio- la llama casi extinta que existe dentro de nuestros corazones, mediante la conquista de nuestra naturaleza caída.

Si estamos dispuestos a ir en pos de Jesús, negándonos a nosotros mismos y tomando nuestras cruces para seguirlo, con toda certeza, renovaremos la llama en nuestro corazón que iluminará nuestra cabeza y toda nuestra vida con la sabiduría y protección del espíritu santo.

Y siendo seguidores de Cristo, podremos conocer la misión de vida que nuestro Padre celestial ha dispuesto que sigamos en esta tierra como verdaderos apóstoles de Jesucristo.