Hay una puerta, muy estrecha, que pocos encuentran a la vida eterna.

Tener una relación íntima con Dios, como la que Jesús tiene con nuestro Padre celestial, escuchar Su palabra sin distorsiones y actuar en consecuencia, es lo que define la vida eterna.

Desafortunadamente, no podemos ver todas estas ayudas celestiales para nuestra plenitud y salvación porque estamos espiritualmente ciegos.

Sin embargo, existe la posibilidad de ver nuestro mundo con ojos espirituales incluso en este cuerpo, y de encontrar la puerta celestial que Jesús abrió para nosotros.

Pero para lograrlo necesitamos un ayudante para los ciegos.

Esta ceguera Divina se produce en nuestras vidas porque no estamos conectados con el Espíritu Santo, - nuestro ayudante de los ciegos - que habita en nuestro interior. Somos como ovejas sin pastor.

Pero no hay manera de que un ayudante para ciegos pueda siquiera acercarse a nosotros si no limpiamos nuestras acciones primero.

El autor comparte sus ideas sobre lo que podemos hacer individualmente mediante nuestro esfuerzo honesto, para eliminar los obstáculos que nos impiden alcanzar la ayuda, protección e inspiración que nuestro divino ayudante para los ciegos, el espíritu santo, traerá a nuestras vidas, como un fortuito regalo de nuestro amoroso Padre celestial.